A la pequeña Elizabeth le encantaban los perros y los caballos y soñaba con vivir en una granja. Pero cuando su tío Eduardo renunció a la corona, su padre se convirtió en rey y ella, como heredera, tuvo que aprender a ser algún día reina. En 1952, fue coronada Reina del Reino Unido y durante los siguientes 60 años y más serviría como un faro de continuidad, cuidando de sus súbditos y sirviendo al país sobre el que reinaba.